Antonio Saura


Huesca, 1930 – Cuenca, 1998

Antonio Saura nace en 1930, primogénito de una culta familia de cuatro hermanos. Su padre es abogado del estado y su madre pianista. A la edad de 13 años, una tuberculosis ósea le obliga a permanecer en cama durante cinco años, tiempo durante el cual se dedicó a leer y a dibujar. Autodidacta, nunca recibió formación académica. Con 20 años expone por primera vez en Zaragoza.

En 1952 se traslada a París, donde reside hasta 1955. Allí entra en contacto con las vanguardias de la época, con el informalismo francés y con el expresionismo abstracto americano de Pollock y De Kooning. Su obra evoluciona desde un inicial surrealismo hacia una pintura de trazos enérgicos y paleta reducida, hacia lo abstracto y el arte gestual.
Cuando regresa a su país, se convierte en el teórico del informalismo español.

En 1957 funda en Madrid el grupo El Paso junto con artistas como Canogar, Feito, Millares, cuyo Manifiesto rezaba: «Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas. Vamos hacia una plástica revolucionaria —en la que estén presentes nuestra tradición dramática y nuestra directa expresión— que responda históricamente a una actividad universal».

Su obra toma del surrealismo lo negativo, lo monstruoso, lo natural, lo violento y lo intuitivo, del Action Painting toma el carácter gestual del proceso creativo y del informalismo, la abstracción.

Sus brochazos negros y grises sobre blanco le sirven para volcar su amargura y su rotundo descontento político y social. Sus disecciones de desnudos, autorretratos, crucifixiones, curas, multitudes o sus reinterpretaciones de obras maestras de sus admirados Goya o Velázquez, protagonizan la mayor parte de una extensa obra representada en los grandes museos europeos de arte contemporáneo.

En su última etapa, rechazó el formato pequeño para crear composiciones de grandes dimensiones en las que introduce también el color.

Obras Expuestas

  • “Dora Maar”, óleo sobre tela, 1983.

Gran admirador de la obra de Picasso, cuya influencia será constante en toda su obra, Antonio Saura consigue por fin conocerlo en 1969 en París, a instancia de André Breton.
La serie «Dora Maar», realizada entre el 25 de Abril y el 25 de Mayo de 1983, es sin duda la más picassiana, y a la vez la más relevante, de la obra de Saura. La iniciativa surge de la siguiente forma: en 1983 la directora de la galería de Picasso en Antibes quiso rendirle un homenaje póstumo a los diez años de su muerte. Para ello invitó a una serie de artistas internacionalmente reconocidos a que pintaran una obra que estuviera relacionada con otra de Picasso. Saura recibió el encargo y decidió inspirarse en la obra «Femme au chapeau bleu»,
retrato de una de las amantes del genio, Dora Maar. Según sus palabras: «Lo memoricé para siempre y lo puedo dibujar a ciegas. Sé perfectamente cómo es el sombrero, cómo es la nariz, prolongada como una trompa de elefante, cómo es este ojo desorbitado, cómo es ese cuello abultado y cómo es esa especie de golilla pequeña sobre el cuerpo negro redondeado».
De forma frenética, Saura realizó en 28 días 28 variaciones de aquel retrato de Dora Maar y lo convirtió en uno de sus personajes- monstruos, pintándole una boca feroz y desgajada con unos dientes amenazantes a la altura del cuello que recuerdan la gola de encaje de su Felipe II.
La deformación del rostro por medio de violentas pinceladas le otorga una apariencia inhumana, pasando a formar parte de la galería de personajes esperpénticos del genial pintor.

  • “Tête”, acrílico, óleo, tinta, collage y tela sobre papel, 1981.
  • “Moi”, serigrafías, 1976.