Joan Miró


Barcelona, 1893 – Palma de Mallorca, 1983

Joan Miró, considerado uno de los máximos artistas españoles del siglo XX fue, además de pintor, escultor, grabador y ceramista. Joan Miró nace en Barcelona donde se inscribe en la escuela de Bellas Artes, y más tarde en la Academia Galli.

En 1919 se instala en París, aunque Mont-roig, una pequeña población de la comarca del Baix Camp, seguirá siendo el contrapunto a la agitación intelectual que vive en la capital junto a los poetas surrealistas. Muestra en un principio influencias fauves, cubistas y expresionistas, pasando a una pintura realista con cierto aire naïf, como lo es su conocido cuadro «La Masía» del año 1920. Su obra se vuelve más onírica, coincidiendo con su incorporación al movimiento surrealista cuya mayor fuente de inspiración reside en el subconsciente. Pero finalmente será el dadaísmo lo que más le atraiga por su gran imaginación, así como sentido del humor y de lo absurdo. Seguramente Miró encontró ahí su fuente de inspiración en su trabajo como escultor, transformando y dando vida a los objetos y formas de su entorno.

Más tarde, en plena Segunda Guerra Mundial, Joan Miró abandonará Francia y se instalará en Palma de Mallorca, espacio de refugio y de trabajo, donde su amigo Josep Lluís Sert diseñará el taller que siempre había soñado.

Miró huye del academicismo, a la búsqueda constante de una obra global y pura, no adscrita a ningún movimiento determinado. En numerosas entrevistas y escritos que datan de la década de 1930, manifestó su deseo de abandonar los métodos convencionales de pintura, en sus propias palabras de «matarlos, asesinarlos o violarlos», para poder favorecer una forma de expresión que fuese contemporánea, y no querer doblegarse a sus exigencias y a su estética ni siquiera con sus compromisos hacia los surrealistas. La pintura de Miró adquiere un carácter cada vez más despojado cercano a la abstracción para obtener según sus palabras “el máximo de intensidad con los mínimos medios”. Esto le llevará a crear un lenguaje único y personalísimo, demostrando siempre gran sensibilidad y poesía, estilo que lo sitúa como uno de los artistas más influyentes del siglo XX.

En 1975 se inaugura la Fundación Miró de Barcelona y en diciembre de 1992 el edificio diseñado por Moneo de la fundación en Palma de Mallorca.

Recibió prestigiosos galardones internacionales como el premio Guggenheim, fue investido Doctor Honoris Causa por Harvard y nombrado Caballero de la Legión de Honor de Francia. Además, en 1980 recibió de Juan Carlos I la Medalla de Oro de las Bellas Artes de España.

Fallece el 25 de diciembre de 1983 en Palma de Mallorca a la edad de 90 años.

Obras Expuestas

  • ¨La boulangère”, escultura de bronce a la cera perdida, 1970.

La obra escultórica de Miró supuso la culminación de su trayectoria artística en los años de su madurez creativa. Aunque había realizado objetos surrealistas durante los años 30, no fue hasta una década más tarde, durante la II Guerra Mundial, mientras vivía entre Palma y Montroig, cuando comenzó a interesarse por las grandes formas y la libertad que le prometían. En sus cuadernos de trabajo de 1941-42 escribió: «Es en la escultura donde crearé un verdadero mundo fantasmagórico de monstruos vivientes; lo que hago pintando es más convencional».
Expresaba también el deseo de construir un nuevo estudio «lleno de esculturas que transmitan un tremendo sentimiento de entrada a un nuevo mundo [...] al contrario que las pinturas de cara a la pared o las imágenes realizadas sobre una superficie plana, las esculturas deben parecer monstruos vivos, un mundo aparte dentro del estudio». (Joan Miró, Escritos y entrevistas seleccionados, Boston, 1986).
La creación de esculturas de gran tamaño se hizo realidad a partir de 1956, año en el que Miró materializó su sueño de disfrutar de un gran estudio en Palma de Mallorca. No produciría nada más en bronce hasta 1966 -probablemente debido a su dedicación a las posibilidades creativas de la cerámica-, año en que sus trabajos empiezan a ser monumentales y son realizados, bajo su supervisión, por artesanos.
Concebida en 1970, La Boulangère es un homenaje a la mujer panadera y repostera de Mallorca, y es un ejemplo perfecto del acercamiento lúdico de Miró a la escultura a través de la técnica surrealista de los «objets
trouvés» (objetos encontrados).
La cabeza de la panadera -sin duda un bote de disolvente aplastado- está coronada por un pretzel, a modo de ingeniosa peineta, y por un tenedor de dos puntas, utilizado en Mallorca para comer caracoles. El abultado y redondo vientre, constituido por la caja de una ensaimada, está lleno de tubos de pintura vacíos, revelando un apetito feroz. En su espalda podemos apreciar unos dibujos que recuerdan los famosos «Femme et oiseaux» (Mujeres y pájaros). Todo ello anclado en un bote de pintura que a su vez reposa sobre un típico roscón de Reyes en el que Miró dejó impresas las huellas de sus golosos dedos.
Miró expresó en muchas ocasiones el gran placer que le producía su trabajo como escultor, pues le permitía introducir esa tercera dimensión de la que carece la pintura. En los últimos veinte años de su vida, sus esculturas adquirieron fuerza y tamaño, convirtiéndose para él en toda una aventura creativa, en un importante medio de expresión tan importante como la pintura y el dibujo.

  • Tríptico “Le Maréchal des Logis”, “L’otarie Savante”, “Le Tambour Major”, aguafuerte y aguatinta sobre papel Arches, 1978.
  • Serie “Passage de l’Égyptienne”, aguafuerte y aguatinta sobre papel Japón, 1985.